Asilo

2016

Intervención en una casa abandonada en el Centro de la Ciudad de Guatemala

Texto: Rosina Cazalli

La obra de Inés Verdugo es un trabajo en constante progreso, donde una serie de asociaciones se apilan como ladrillos. “La memoria, por sí misma, es una forma de arquitectura”, apuntó alguna vez la artista Louis Bourgeois. Como lo hizo Bourgeois desde un lugar, una época y generación distintos, para Inés los espacios denominados vivienda cobran un sentido fundamental. En su obra ese espacio habitable permanece como una confirmación universal de la trascendencia de ese primer lugar para el individuo en la conformación de sus primeros deseos, pensar un futuro o amasar sus más íntimas inseguridades. Es decir, una subjetividad que, más tarde, saldrá al espacio público y será acechada por la sociedad, que probablemente no coincidirá con la de otros y pasará el resto de sus días buscando el sentido de su existencia.

Es así como el más reciente proyecto de Inés, al que titula Asilo, inicia con un ejercicio formal antes que emocional para establecer un equilibrio. El dibujo de una casa prototípica, como la casa de muñecas que se dibuja desde la infancia (techo de dos aguas en 45 grados, dos paredes laterales y un piso) es medido con su propio cuerpo. Su longitud, dimensión, extensión, tamaño, talla, volumen, magnitud, envergadura, proporción, cantidad o escala son ella misma. A través de esa unidad de medida la artista intenta sugerir que no se trata simplemente de acumular anécdotas personales sino de establecer un tipo de metodología en función de la suma de las “medidas corporales” del espacio físico en relación a algo tan volátil como los estados anímicos. En todo caso, la posibilidad narrativa está abierta a la decisión e interpretación de cada espectador.

Pero hemos de insistir: los distintos trabajos que integran la exposición (ya sean dibujos, videos, gestos o breves y efímeras instalaciones) buscan exponer la parte corporal y material de un ser, en contraposición a su parte psíquica. Para Inés, quien posee un título en Educación Especial, cada obra, cada proyecto, cada decisión, relación o construcción, resulta siendo un proceso de indagación para reconocer evidencias del lugar que sigue ocupando un objeto tan concreto como “la casa” en la perpetuación de los miedos adultos; de cómo la construcción titulada vivienda sigue reproduciendo inseguridades. En el caso específico de las mujeres, cómo ese lugar teje la herencia femenina, establece los linajes o, por el contrario, la determinación de la emancipación. Como sucede en la disciplina llamada somática -el campo que estudia la percepción del cuerpo en primera persona, desde el interior de cada individuo- la obra de Inés Verdugo se nos revela como una invitación a medir, calcular, sumar, restar, multiplicar y dividir con nuestros propios cuerpos, ese espacio extremadamente simbólico, ese refugio lleno de contradicciones, que nos llama y nos repele.
Advertidos de que aquí no cuentan las anécdotas, la intención de este proyecto es la de explorar la compleja relación humana con esa dimensión espacial y emocional que –a priori- reconocemos como hogar.

Créditos Foto: Andres Vargas